Relaciones personales (II)

Cuando escribí un relaciones personales I era porque pensaba en un II, y no sabía si en alguno más. Será sólo un II. He ido leyendo todos los comentarios que se han ido dejando y sería imposible comentarlos. Tampoco es el propósito de este blog. Lo único que intento es transmitir cosas que ocurren dentro del paddock del Mundial de Motociclismo porque entiendo que no mucha gente tiene acceso a él. El Mundial ya no es una cosa de coches con remolque, pilotos llevando sus camiones, y mecánicos trabajando por un bocadillo y por devoción y amistad. Ahora es un hervidero de intereses de todo tipo, muchos, la mayoría, económicos. Pero sí que hay una cosa: la inmensa mayoría de la gente que esta allí es por voluntad propia, y en casi todas partes se respira la pasión por este deporte (os aseguro que eso incluye a los denostados, por algunos, periodistas). La que sienten seguro los que pierden el tiempo leyendo esto. Nadie duda del valor de los pilotos, y de su valía profesional. Son el esqueleto de todo esto. Hay que pensar que el ejemplo no está en Rossi o Pedrosa. Muchos se suben a motos de no mucha calidad, y eso incluso pagando. Rossi y Pedrosa son dos fuera de serie. Cada uno tiene un estilo. A unos les gustará más uno, a los otros el otro. Los dos son campeones del mundo, auténticos triunfadores. Casi nada.
Esto de las relaciones personales no dice nada sobre los pilotos como deportistas. Pero intenta dar una pincelada de cómo se les ve, o cómo les veo yo, después de convivir con ellos tres meses completos al año viajando por todo el mundo. Quería hablar, en este último post sobre estas cosas, de la relación Lorenzo-Barberá. Hay que saber de partida que por un lado son como la noche y el día, y por el otro iguales. Desde las peleas en 125 su relación ha sido complicada. Y no es que antes de eso se hablasen. Lorenzo siempre ha sido serio, poco hablador, y con un carácter complicado. Se enfada mucho si las cosas no salen como el quiere (aunque ahora se está controlando mucho). Barberá es muy extrovertido, puro nervio. No hay quien le pare y ese carácter influye en su forma de plantear este deporte. Es muy desordenado y eso le hace desperdiciar talento. Giorgio sin embargo va muy encauzado y es muy concienzudo. Los dos son artistas a su manera, pero quizá Barberá lo sea más al estilo clásico, el de la inspiración. El domingo de Valencia 2004 se supo que iban a ser compañeros. Barberá era subcampeón del mundo y era la joya de la corona. Amatriaín decidió que Lorenzo también debía subir de categoría. El patrocinador estaba encantado con lo que había juntado. Me encontré con Jorge en el paddock ya de noche, y le di la enhorabuena. Y sonrió cuando le dije que vaya pareja que iban a hacer ellos dos juntos. Se imaginaba el tinglado. Los dos se creen los mejores, y en cierta medida se temen. El peor momento de la brillante temporada de Lorenzo coincidió con la mejor parte de Barberá. No sé si es una casualidad, pero a Jorge le desquiciaba no verse por delante de Héctor. A este también le fastidia, pero su anarquía le impide utilizar esa energía a su favor. Lo que es cierto es que se odian. En el buen sentido de la palabra, si es que lo tiene. Lorenzo era más feliz con Barberá lesionado y Debón de palmero. A lo mejor llega el momento de las órdenes de equipo. A ver qué hace Héctor. Debería seguirlas, pero puede también que en ese momento ya sepa que su futuro va a estar lejos de su actual compañero. Y puede que piense que no le han tratado igual que a él y que eso del equipo es una chorrada. O puede que le ayude. Sea como fuere, y sólo hay que tirar de historial, las grandes rivalidades también nos han alimentado. ¿O no da más morbo ver una pelea en la pista sabiendo que no sólo se dirime una carrera si no también viejas cuentas? Guste o no, ha sido, es, y será parte de este deporte.