
Hace algo menos de una hora que Sete Gibernau ha anunciado oficialmente su retirada. Y creo que, diez años después de que debutase en el Mundial de Motociclismo, Sete merece el reconocimiento de todo el mundo por lo que ha hecho. Es cierto que viene de familia, pero también que se lo ha currado mucho, y que le ha puesto mucho empeño durante esta década. Gibernau ha sido reconocido por todos por la calidad de su pilotaje, con mucho trabajo a sus espaldas. Se ha fajado con Honda en 250, con Yamaha, otra vez Honda y Suzuki en 500, y con Honda y Ducati en MotoGP (o 990). Todos los aficionados recuerdan su primera victoria en Valencia con la Suzuki dos tiempos, por delante de Barros y Roberts. Y, sobre todo, sus sensacionales 2003 y 2004, cuando fue el único capaz de discutirle al indiscutible Rossi. Más espectacular 2003 que 2004, en mi opinión, porque ahí sí que Rossi tenía una moto superior a la del resto como piloto número 1 de HRC. El principio de ese campeonato fue apoteósico. Fue mi primer año en el paddock. La victoria de Sudáfrica con 3 milésimas de ventaja sobre Valentino, la de Francia por 1 milésima, la de Alemania por menos de esa milésima, o la derrota sobre la línea en Brno. Sete puso toda la carne en el asador ese año, y volvió a las andadas en 2004. Hasta que simbólicamente Rossi le puso una cruz después de lo de Qatar. A partir de ahí no volvió a ganar. Hizo alguna pole, algún podio, pero quedó sumido en una especie de maldición que no reconoció. Lamentablemente, en el deporte el presente se empeña en machacar el pasado y lo deja en el olvido. Pero cuando una aventura se termina, hay que ejercitar la memoria para ser justos. Es verdad que no ha sido santo de devoción de la mayoría de aficionados. Un tipo que se puso a luchar contra un coloso como Rossi para intentar derrotarle no fue nunca capaz de tirar abajo el muro que le separaba de los aficionados. Es extraño, porque los moteros españoles se supone que deberían haberle admirado y apoyado, pero no fue así. No es culpa de nadie, las cosas se dan o no se dan, no se pueden forzar. Puede que su imagen en ese sentido no haya sido la mejor. La bandera americana tras la victoria de Valencia en homenaje a las víctimas del 11-S, la señal al cielo en recuerdo de Katoh en Sudáfrica, o los gestos de dolor en el hombro tras la carrera de Jerez 2005 que se decidió con la polémica maniobra de Rossi en la última curva, han sido interpretados como sobreactuaciones teatreras para muchos. La continua mala suerte, caídas, quedarse sin gasolina cuando iba a ganar en Brno, fallar en la primera curva de la última vuelta en Alemania liderando la carrera, o todo lo que le ha pasado este año, le han llegado a convertir en personaje del que mofarse. Pero hoy, pensar en eso, es injusto. Gibernau ha ganado 9 GGPP (Valencia 2001, Sudáfrica 2003, Francia 2003, Holanda 2003, Alemania 2003, Jerez 2004, Francia 2004, República Checa 2004 y Qatar 2004), ha subido otras 21 veces más al podio, y ha sido dos veces subcampeón del mundo. No se ha achantado nunca, siempre dio la cara. Será raro no verle el año que viene en el paddock. Gracias Sete.