Talmacsi, sin chovinismo

Este domingo en Cheste el interés estará centrado, sobre todo, en lo que pase con el 125. Gabor Talmacsi le saca diez puntos a Héctor Faubel, lo que le deja bastante de cara el título. Después de que se resuelva eso habrá tiempo para ver si recuperamos una de esas carrera tipo Jerez en 250, o si se anima un poco la cosa en MotoGP para cerrar decentemente un año pobre. Eso será el domingo, pero ahora me quiero fijar en Talmacsi.
Me acuerdo de él cuando llegué al Mundial. Un húngaro que se metía entre los diez primeros con asiduidad y que siempre ha tenido cara de ser mucho mayor que el resto. El motociclismo en Hungría no es el deporte rey, pero él ha conseguido en dos o tres años escalar en el ranking de personalidades del deporte de ese país de Europa del Este para convertirse, me comentan, en una auténtica celebridad. Está a punto de hacer historia. Desde fuera se le ve un poco como tío duro, en ocasiones algo marrullero (todo el mundo se acuerda de Qatar 2005 y la victoria que le birló a su compañero Mika Kallio en plena pelea de éste con Thomas Luthi por el título). Vamos, que no te fiarías de él. En las distancias cortas parece un tipo honesto, muy profesional. He hablado con un par de personas que han trabajado con él y los comentarios siempre van acerca de su dureza mental, de su capacidad de trabajo y de su determinación. Gabor vivía en un barrio de la periferia de Budapest, con pocos lujos. Viene del pueblo, sin grandes padrinos (nunca ha repetido equipo), sin motoclubes apoyándole, sin circuitos ni administraciones detrás, sin Puigs, Amatriaines o Aspares detrás. En ese sentido me hace pensar en tipos como Fernández Ochoa, Santana o Ballesteros. Especies únicas en un entorno poco dado a sus respectivos deportes. Su triunfo, si se da, tendrá mucho mérito. No es un chavalín que llegó a los 15 para subirse a una moto oficial. Ha probado Hondas ramplonas, Aprilias de serie, Italjet, Malaguti, KTM, y ahora está aprovechando su gran oportunidad. Así hay que reconocerlo.