Hombre rico, Hombre pobre

El Mundial visto desde fuera pierde muchos matices. Las cosas, a veces, no son como parecen. Pero todos aceptamos las diferencias que existen entre unos y otros. Mejores motos, mejores pilotos, mejor material… El octavo de litro es una categoría cara si nos fijamos a qué patrocinadores pueden acceder las escuderías (no hay grandísimas firmas si exceptuamos el proyecto MotoGP Academy de Alberto Puig patrocinado por Repsol). Así que para algunos afrontar una temporada completa llega a ser una cuestión de malabarismo. Vamos a ver dos casos diametralmente opuestos: el de Julito Simón, en el equipo oficial de KTM, y el de Manuel Hernández.

Julito Simón entró en el Campeonato del Mundo como muchos otros pilotos sin las mejores condiciones para destacar. Malaguti era una fábrica, pero con un material a muchas leguas de las grandes potencias como Honda o Aprilia. Había gente que creía en él y terminó consiguiendo en el equipo Angaia una Honda “decente” que le permitió dar el salto a KTM, probablemente la escudería más potente en el octavo de litro. Julito tiene muy presente cuál ha sido su camino, y cuánto le ha costado hacerlo. Y sabe que ahora es un privilegiado por estar donde está. KTM le protege. Se acabaron los viajes solo por el mundo como cuando tenía 15 años: es la hora de los aviones, de descansar en bussines cuando tocan las palizas transoceánicas, de disfrutar de hoteles de primer nivel. La hora de no pensar en otra cosa que no sea darle al mango. En esta situación te puedes permitir una pretemporada en condiciones, sin estrecheces, con el material llegando cuando debe, visitando un túnel del viento para descubrir y poder solventar problemas de aerodinámica… Aerodinámica. Un concepto en el que a lo mejor no piensa demasiado Manuel Hernández. Si Julito milita en la primera división de la categoría pequeña, Hernández pertenece a los que luchan por la permanencia. Tras un final de 2005 complicado (le echaron del equipo Totti alegando bajo rendimiento), su Mundial comenzó pronto intentando hallar la fórmula para seguir disfrutando de su sueño. Primero encontró sitio en el equipo Abruzzo. Desapareció. Encontró la oportunidad que buscaba en el equipo que Julián Miralles preparó para que su hijo lo intentase en el cuarto de litro. Pero Miralles junior pensó que aquello no era lo suyo y Miralles padre dio por terminada la aventura. Esto fue el último día de los Irta de Montmeló… En cuatro días eran los segundos tests en Jerez. Y fue el tiempo que tardó Hernández en buscarse la vida: tanteó a todos los equipos que pudo con el beneplácito de Dorna que le daba margen de tiempo para hacerlo. El Team Angaia italiano aceptó ayudarle. Ponen a su disposición una estructura de box y los medios para transportar el material. Junior se buscó la moto (Miralles le ofreció la suya mientras la encontraba, que fue la que usó en los IRTA de Jerez), se buscó el recambio y completó el equipo técnico. A Jerez se trajo todo el material en el camión que usaba en el Campeonato de España y estrenó su moto. Porque es suya. Ha encontrado dificultades por todos lados. Hernández se tiene que buscar el dinero para hacer el Mundial, y eso implica: el recambio que necesita la moto, mantener a los mecánicos y pagarse los viajes. No sólo pagárselos, si no también el trabajo de organizarlos. Ahora mismo confiesa que no sabe cómo va ir haciéndolo, que todo va a depender de la economía. “Hacer el Mundial es mi decisión y todo el mundo la respeta; en el aspecto económico no gano nada, de hecho, si me quedase en casa ganaría cuatro veces más de lo que estoy perdiendo…”.

No quiere decir que estas dos formas de hacer el Mundial sean el ejemplo para hacernos una idea de cómo funciona esto. Son los dos extremos límites. Simón está haciendo lo que le gusta, y se ha ganado estar ahí. Hernández también está cumpliendo su sueño convencido de que algún día las cosas van a ser más fáciles. El Hombre Rico y el Hombre Pobre conviven en el paddock.